BREAK BROKEN LOOSE


Jamás pensé decir esto: ¡Estoy feliz de regresar a trabajar!


Después de las dos semanas más estresantes de mi vida (y no hablo de trabajo) todo regresa a la normalidad. Don`t get me wrong. Amo las vacaciones. Las adoro con tanta pasión que el amor que les tengo se convirtió en odio jarocho.


Cabe recalcar que soy la típica persona que vive pegada al calendario escrutando todos y cada uno de los días inhábiles, puentes, fiestas de guardar, huelgas, cumpleaños, lunas llenas y eclipses. Nada, pero nadita se me pasa.

Desde principios de Julio ya tenía mi summer schedule preparadísimo. Este año me propuse solo tres cosas: comer, dormir y tomar. Nada del otro mundo. La renovación de mi visa no llegaba sino hasta finales de Julio, lo cual no me daba margen para viajar a pierna suelta, así que mi decisión de beber durante dos semanas (por aquello de la decepción viajera) se enfatizó aún más. Estaba tan decidida a no hacer nada que escondí los tenis que uso para correr y llené el ipod de música densa y somnolienta para que ni me dieran ganas de levantar los auriculares.

Recuerdo bien aquel glorioso día. El universo todavía estaba de mi lado. Que mejor fecha que viernes 15 para empezar con la farra. Solo quedan flashbacks de aquel fin de semana, pero de seguro me la pase bomba. Me divertí, comí, y tomé. Bien, todo iba bien.

El resto de la primera semana pasó totalmente desapercibido. A excepción de un día que amanecí con un fuerte dolor en la espalda baja. Resultó que me dolían los riñones de tanto estar echada. Aun así dormía hasta que el hambre me despertaba y no me levantaba de la cama a menos que el cuerpo lo exigiera. Y pues como por ahí dicen que la cerveza limpia los riñones, instale la hielera estratégicamente para tener a la mano el elixir de la vida misma.

En uno de tantos esfuerzos por alcanzar el control remoto, casi como señal divina, vislumbre la puntita de mis sneakers al otro lado del cuarto. Juro que sentí fuego en la cabeza de siquiera atreverme a pensar en la aberrante idea de hacer ejercicio en mis sagradas va-ca-cio-nes.

Al inicio de la segunda semana ya tenía agotada la lista de alimentos predilectos para degustar. Ya había repasado los favoritos de la semana en Subway, y estaba hasta el copete de tortas, tacos suaves y gorditas bañadas en queso cotija y crema agria. Comida junkie celestial.

Unos días después me pego un calenturón de 40 grados causado por infección en una muela. Ahora caigo en cuenta que el fuego que sentí en la cabeza días atrás no fue de ver a mis pobres tenis abandonados.

El doctor me surtió un recetón de 7 días, incluyendo mi último fin de semana libre, el cual iba a ocupar con una súper cita en el dentista para librarme de la maldita muela anyway. Me la pase a dieta de sopa y mi elixir de la vida fue reemplazado por mucha pero mucha agua.

Hasta el día de hoy no sé si fue la fiebre que afloró mis sentimientos (y lo naco que creí no tenía en mi), pero ¡Ah como lloré en las semifinales de “America’s got Talent”!  Entre el viejito experto en armónicas y un mentado bailarín francés que había dejado todo (incluyendo dos hijos) por ir a la caza del sueño americano, no sabía a cuál irle. “De verás que esta gente tiene talento” deliraba entre sollozos y compresas de agua fría. La historia de cada concursante me daba una congoja que agudizaba el dolor de mi muelita, y solo se me calmaba pensando que si yo fuera la Sharon Osbourne repartiría el millón de dólares entre los miles de ingratos que se registraron a participar, aunque no hayan pasado ni a la primera ronda. Para mí todos eran unos ganadores con el simple hecho de hacer el ridículo público mundial.


Enfermarse en plenas vacaciones ain’t no fun (if the homies can´t have none), diría mi Snoop back in the 90´s.

  
Hoy de regreso a mi oficina bailé de la emoción al ver mi taza oficial para tomar café. Ya extrañaba sentarme con ella frente al computador y leer los mitotes del día, con una pila de papeles al otro lado del escritorio que según yo tengo archivando desde hace meses. Con incesantes llamadas telefónicas que hacer e interminables horas buscando estacionamiento en mi beloved Unidad Administrativa bañada en el sol de las 12 del medio día solo para hacer un trámite de dos minutos. Renegando de mis escasos breaks de 10 minutos que por lo general se prolongan a una hora (dependiendo de la plática en la tienda). Y lo peor, muerta de coraje porque se me olvido mi suéter y el frillazo en mi espacio laboral no me deja teclear fluidamente.

La vida es injusta, lo sé.

Pero lo mejor, así, lo mejor de trabajar es el café.  Y que no te duela una muela.  Ni los riñones.  Y con permisito porque me habla mi jefe y estoy a punto de tomar mi pequeño break :)

UNA SEMANA NO TAN SANTA

Cierto día posterior a la semana mayor, cumpliendo menesteres en la tienda a la vuelta de mi casa, escuché: “Los jóvenes ya no saben de cuaresma, ni de días santos, ni de nada que tenga que ver con Dios. Ellos sólo quieren divertirse, emborracharse y tragar cuanta mierda les pongan enfrente.”

¡Ouch! That was a low one. Lo peor fue que al voltear esperaba ver a una doña toda gorda, amargada y frustrada porque en sus años mozos el temor a rebelarse ante sus padres fue mayor a tener que pasarse los días santos arranada en una butaca de iglesia rezando por todos los pecadores (hippies) que le rezaban, pero al Cosmos, en LSD y bañadores tan diminutos como su fé. Afortunadamente mi descripción mental si coincidió con la realidad.

Aun así, me quedé meditando tal acusación.

Los tiempos han cambiado, y aunque siempre habrá fervientes creyentes de la religión, no podemos negar que cada vez son menos los jóvenes (y no tan jóvenes) que se unen a esas filas.

Todavía en mis años de buena señorita y criada bajo un régimen absolutamente católico, no me escapé de las idas a misa, los domingos de ramos y de comer pescado todos los viernes de cuaresma. De tener presente que si pecaba no me iba al cielo y que Semana Santa no era una fecha festiva, sino de “guardar” (lo opuesto a divertirse profanamente).


Justo después de graduarme de prepa supe lo que era amar a Dios en tierra ajena. And I loved it! Mi mamá llama esa etapa de mi vida como “La Era en la que me entró el diablo”. Recién llegada de intercambio, después de un año en una escuela laica, regresé con las pupilas dilatadas de todo el aprendizaje liberal del que no tuve conocimiento en 18 años de mi vida.
Dejé a la iglesia de un lado y prioricé mis creencias. Me divertí sin estar pensando que cualquier movimiento en falso me mandaría derechito al infierno y el sentimiento de culpa con el que crecí se desvaneció de mi subconsciente. But that was it. De ahí en fuera no me tenía que preocupar por nada más.

Los adolescentes de hoy en día se han desarrollado en una sociedad de mentira. En un ambiente donde todos mienten. La Iglesia, los políticos, maestros, curas, abogados, albañiles, todos, pero absolutamente todos están predispuestos a mentir.

Aparte de la mentira, la enorme distracción de internet, el consumismo, las drogas, la pedofilia, la pornografía, el deseo de la eterna juventud, las dietas, la longevidad, las modas, las adicciones, la corrupción, el aumento de I.V.A, la corrupción, la corrupción, la inseguridad, los secuestros, los asaltos, la falta de agua, el desafuero, el pésimo sistema judicial mexicano, las muertas de Juárez, despidos injustificados, las elecciones presidenciales, el terrorismo, el maltrato de los inmigrantes que viven en el extranjero, la contaminación nuclear, la prostitución infantil, la violencia, y una vez más, la corrupción, no dan margen para que un ser humano común y corriente tenga cabeza si quiera para acordarse de que cada determinado viernes de un mes al año no debe consumir carne roja.


Por si fuera poco, la iglesia no se esfuerza mucho por acercarse a la juventud moderna. Si acaso, los aleja cada día más con su intolerancia al condón, a la píldora anticonceptiva, al divorcio y al desprecio por la homosexualidad.

Speaking of vía crucis.

Agotados los posibles medios ¿Qué podemos hacer para volver a creer? O más bien ¿Para empezar a creer? ¿Budismo? ¿Yoga? ¿Libros de autoayuda? ¿Seguir distraídos para hacer como que no pasa nada? ¿Aguantar vara? ¿Perdonar a los que nos ofenden? ¿Postularnos para diputados con la mejor intención? O de plano ¿Pegarnos un chapuzón en las paradisíacas playas mazatlecas en lo que el mundo se endereza?



No soy un sabelotodo, pero en esta, creo tener la respuesta. Amén.


LO PERFECTO DE LO IMPERFECTO


Lo primero que hizo mi mamá cuando nació mi hermano mayor fue revisarle las orejas. Con un suspiro de alivio prosiguió con el típico chequeo de toda madre primeriza y nerviosa. Nariz, checked; 10 dedos en los pies, checked; 10 dedos en las manos, checked; 2 ojos, checked; ombligo centrado, checked. Orejas pequeñas, priceless.

Como la única mujer, y segunda de tres, estaría de más enfatizar que mi chequeo fue exhaustivo y detallado. Mi hermano menor llegó como por ahí dicen “de pilón”. Ni así fue la excepción a la regla del checklist.

De pequeña, nunca comprendí porque mi mamá estaba obsesionada con las orejas pequeñas. Pero recuerdo claramente que siempre nos las elogiaba a mis hermanos y a mí. Eran su pride and joy. Con decir que hasta que cumplí los 10 años recibí mi primer par de diamantitos junto con la cita del joyero para hacerme los piercings que debí haber obtenido el día que puse pie en este mundo. Cuando el dolor era lo de menos porque el llanto lo causaba todo. Esa fue la única vez que odie ser niña. Mis orejotas rojas e hinchadas no eran nada parecido a lo que mi mamá siempre atesoró. Contrario a mis locos pensamientos, para ella eran todavía aún más bellas, ya que aparte de su agraciada figura y diminuto tamaño, eran adornadas de piedras tan preciosas como el cielo mismo.

Entre todo ese fetichismo, pasaron los años y nunca me detuve a examinar las orejas de mi mamá. Más bien, siempre las vi como parte de su cara, de su cuerpo y de su persona, pero nunca realmente las observé con sus ojos. Con la apreciación con que ella lo hacía y con el trasfondo de lo que para ella significaban.

Cuando nació mi hijo, en Octubre del año 2005, tuve un deja vu de mi nacimiento. Excepto, con 25 años de diferencia y el chequeo de orejas fue lo que deje en último lugar. Antes de que pudiera darme cuenta que mi hijo vino al mundo de oreja en popa, mi mamá exclamó con júbilo “¡Pero que preciosidad de orejas tiene mi primer nieto!”. En ese justo instante le reviré la mirada boquiabierta como diciéndole: Mamá ya se que está orejón, hello! A lo que mi mamá contestó: “¿Alguna vez has visto detenidamente mis orejas? - prosiguió - Antes de Maximiliano, no tenía la misma apreciación que tengo ahora de las orejas grandes. Mi nieto embelleció ese significado”.

El torrente de respuestas a las preguntas que me hice de niña respecto al misterio del tamaño de las orejas cayó como cascada directo a mi cerebro. Y todas mis dudas se desvanecieron de un jalón (a secas).

“¡Mamá, pero que orejas tan grandes tienes!” Le dije entre risas, sollozos y nervios después de tal revelación.

Aparentemente vengo de una familia de orejones. And I mean, big time. Mi mamá nunca estuvo contenta con eso. Aprendió a vivir con ello, pero siempre culpó a su papá (mi abuelo) de haber nacido orejona. Ella dice que nunca fue su trauma, de hecho se ha mofado de su “desgracia” forever. Y nos cuenta que de joven su sueño era tener hijos de orejas pequeñas (como si soñarlo fuera suficiente) y lo fue.

Como todo en esta vida cruel y despiadada, después del nacimiento de mi heredero, le detectaron cáncer terminal a mi abuelo, el orejón. Dios le concedió a mi mamá 6 años nada más para ver las orejas de mi abuelo con otros ojos. Con los mismos ojos que contempla las orejas de Max, mi hijo. Con ojos de amor.

Mi abuelo falleció hace un mes. Luchó inquebrantablemente hasta el último minuto. Se fue rodeado de sus 5 hijos. Uno en cada esquina de su cama. Imagino a mi mamá en la cabecera, acariciando sus grandes orejas y viéndolas mas bonitas que nunca.

Poco hemos tocado el tema desde aquella fatídica noche.

Desde entonces he querido preguntarle solo una cosa: Saber que es lo que mas extraña de él. Pero me detengo porque creo saber la respuesta…

La respuesta me la da cada vez que ve a Max y le besa sus orejas.

CARNAVAL


Nunca me han gustado los eventos masivos. Digase: conciertos, desfiles, y en general todo tipo de espectáculos.
De solo pensar en tumultos, I get the chills.  Me dan nauseas, mareos y nomás no. Si corres con suerte, disfrutas el evento y sales con vida.  Si eres de los que ese día despertaron con el pie izquierdo, o en su defecto: pelionero, arguendero, chile bola, mitotero y hasta defensor de la justicia, te pueden partir la mandarina en tres gajos sin pensarlo. Una mirada sin tino puede significar navajazo seguro, y un comentario hecho a destiempo te puede causar hasta la muerte.
But wait.
Si hubiera maestría en DRAMA, me hubiera graduado con honores. No todo como lo platico pasa, tiendo a exagerar un poco las cosas, y a veces de tan dramosa que soy, me paniqueo sola, y yo sola otra vez me calmo, me terapeo, y al final, como toda la vida, termino en la mera mata y donde alguna vez juré jamás pondría las patas.

Así recibí el Jueves de Carnaval; y el Carnaval en agradecimiento por la confianza, me recibió con el Sinaloense, en plena Machado, cuando la noche apenas se empezaba a poner sabrosa.

Mientras recorro la vendimia de acceso, pienso ¿A quien no le gusta el carnaval?  Los mazatlecos estamos hechos para el, como el para nosotros.  Nacimos para carnavalear. Es una de nuestras virtudes locales. Nos empalaga.


Con una sonrisa y  pie firme, me dirijo a dar la primera vuelta triunfal por toda la plazuela Machado con el pretexto de "haber que veo", pero en realidad lo hago por recordar aquellos tantos años que la recorrí entre primos y amigos; huevos, confeti, antifaces, pistolas de agua y lo mas nuevo que ya no me tocó, sprays de espuma (que bueno, porque eso es tan dull).   Y no es que haya sido de mi época, pero las pistolas de agua eran el HIT.
Recuerdo que a mi hermano (por ser hombre solamente) le compraron una super bazooka tamaño acordeón con propulsión a chorro. Aquella que toda la vida quise haber tenido en mis manos (pocas veces como esta me he sentido relegada por ser mujercita), así que me tuve que conformar con la pistolilla rosa transparente que se le salía el agua por el mismo pozito por donde se rellenaba.

Ese año was no fun at all!  Y cada que estaba a punto de desmoronarme porque no iba bien armada al carnaval, mi hermano, de poca fiesta, siempre terminaba prestándome su super bazooka y nos turnábamos para corretear a los menos afortunados.


El episodio de celebración de "Misión Accomplished" consistía en hot cakes y paletas de azucar en la banquetita de la Calle cuyo nombre le hace honor a nuestra fiesta.
"La Carnaval". La Gran Entrada al mundo donde hasta los niños se desvelan. Y la que siempre nos veía partir, llorando y pataleando porque nunca era suficiente y nada rebasaba el nivel de diversión que teníamos en esa época del año.

En el tiempo que definitivamente me retiré del argûende, fue cuando se dieron las dichosas filitas que arrasaban con lo que se encontraban a su paso. Y no es que no llevara un bandón, pero seamos honestos. En serio hay gente P-E-R-R-A y sin consideración de nada. Esos años reinó la ley del monte.

El punto es que, uno ahí todo débil y buena gente, me pegaron unos arremangones de aquellos.
Un año estuve a punto de perder la manga de mi sueter favorito porque me tocó ser la “dirigente” de la fila. ERROR. No lloré nomás del del coraje, y solo pensé en encontrar a la fierecilla salvaje que casi me ocasiona un desastre de la moda.  Hasta eso, la encontré, y ya con toda mi fila puesta de acuerdo previamente, quedamos en arrasar con todos hasta la muerte y acto seguido, correr por nuestras vidas y encontrarnos en el vestíbulo del Angela Peralta, que en ese entonces se consideraba como zona de Paz, y era el spot donde los hippies y la mayoría de mis amigos hangeaban.

Dicho y hecho. Nos llevamos a toda la colonia de una. Casi los devolvíamos hasta donde vivían y mi brazo todavía punzando por el estirón de la discordia, dejó de sentir dolor por el breve espacio que disfruté mi victoria.

Años más tarde, lo divertido fue reclutarse en los bares.  Crecimos en un suspiro.  De hotcakes y confeti, a mil cervezas por minuto.

Lo que si nunca se me olvida es que, aunque las modas carlestolengas cambien, la gente crezca, y nuevas generaciones vengan. Siempre esperaré estos días con anticipación, así termine sentada como antes lo hacían mis papás. En las mesitas atestadas de la aceras, cenando y viendo a mi hijo divertirse, correr ycrecer a lo largo y ancho de toda la plazuela Machado.  Al son del Sinaloense, y si me va mejor, al son del Corrido de mi Mazatlán.

MI FASHION TOP TEN DE LA ÚLTIMA DÉCADA

En 1999, el Y2K le quito el sueño a más de uno. Ahora, según los promayas, la Era del Quinto Sol predice que el mundo se va acabar en el 2012. En lo que nos hacemos chicharrón o cambiamos de piel "espiritualmente", solo estoy segura que la década del 2000 llegó a su fin hace apenas unos días. Sin querer queriendo la nostalgia invade nuestros corazones, y le decimos adiós a 10 años de juventud (en mi caso), de cambios y retos.
De todo, recuerdo poco. Pero de lo poco, lo mejor. Y siendo mi especialidad el mitote de la moda, les dedico mi top 10 de la última década.

Nota: Tanto en el arte como en la moda (y en todo lo demás), el gusto y la interpretación recae estrictamente en el ojo del que lo ve. O como alguna vez dijo un buen amigo “cada cabeza es una fiesta”...


1.- Abercrombie and Fitch:
La estampa del perfect american look. La primera vez que puse pie en una tienda A&F por allá del 96, mis ojos no dieron crédito a lo que tenia a mi alrededor, pero lo pude definir en 2 palabras Teenage porn. Con tanto hombre encuerado en las paredes, no sabía para donde voltear.
A partir de ahí, marcas como Hollister, American Eagle, Aeropostale (por mencionar algunas) llegaron con bombo y platillo para quedarse.
Hoy en día, la única regla para usar este tipo de prenda es: vestirla solo en casa and for cleanning purposes only.

2.- Trucker Hats:
Johny Knoxville, Ashton Kutcher y John Deere (la famosa compañía camionera) confabularon para que todos al mismo tiempo decidiéramos que se veía super cool usar gorras de camioneros. Lograr el tough look, además de verte fashionably hot, era algo que este accesorio podía hacer por ti.

3.- Statement Shirts:
En español, camisas con frases ridículas. Juicy Couture ahora si que le sacó jugo a su nombre cuando se le ocurrió tal idea. Frases célebres como "My dog for President", "Juicy is the New Black" o simplemente la palabra "JUICY" estampada en el derriere, fue el deleite de muchas for quite a few years.
Marcas mexicanas como Naco, siguió su línea (nada tontos) haciendole honor a su marca (naca) con frases como "Estar guars, estas wey" y "Nacapulco".

4.- Converse/Vans/Gladiator Sandals:
Todos los que atravesamos la adolescencia por allá del dos mil y tantos, tuvimos nuestros años roqueros y rebeldes . Negarlo seria como decir que ni de chiste nos echamos la trilogía de María Mercedes, Marimar y María la del Barrio. La catapulta de Converse, y lo que los lanzo al estrellato fue primero que nada su precio, después por supuesto, su amplia variedad de colores y texturas.
Más para estas fechas, resurgieron los Vans slip on, y un poco mas adelante, los vans clásicos de agujeta, que siendo sincera, los cholos han de estar retorciéndose por este hecho, pero que se le puede hacer, no tenemos la culpa de que tengan tan buenos gustos.
Por último, forget los huaraches horca-pollo. La responsabilidad de andar chancluda recae ahora en las sandalias gladiador, que para mi han sido una solución tremenda para las que vivimos 10 meses en un clima húmedo y absolutamente caluroso.

5.- Vintage:
Vintage no es la ropa de tu abuelita. Mucho menos la que esta toda pozeada por termitas y con olor a naftalina. Tampoco son los blazers veteados que tu mamá usaba en su trabajo, ni la camisa sesentera de ribetes azul cielo que tu papa vistió para ser el best man en la boda de su mejor amigo. La real definición de Vintage consiste en piezas únicas (o casi únicas), en perfectas condiciones que han sido usadas muy pocas veces, o en su defecto que ni siquiera han sido usadas y todavía conservan su forma original y hasta sus etiquetas. Muchas de esas piezas han sido de edición limitada, con terminaciones hechas a mano y elaboradas con materiales tan finos que con el paso del tiempo dejaron de utilizarse por el alto costo de producción que eso acarrearía. Diseñadores como Coco Chanel, Yves Saint Laurent, y Dior, (entre otros), figuran el la lista de genios que nos han dejado un legado de prendas Vintage dignas de coleccionar .

6.- Leggings/Skinny pants/Size 0/Low rise jeans:
Thank God por esta gran tendencia que Madonna puso otra vez en el mapa. Todavía vigentes, los leggings son los salvadores de las féminas que buscan comodidad, estilo y, ¿Ya dije comodidad?
En todos los colores y texturas, los leggings han revolucionado el mundo de la moda al punto de ser la opción numero uno en el guardarropa. En el caso masculino, los skinny jeans siempre estuvieron presentes (I recall Billy Idol), pero antes nadie se atrevía a usarlos por miedo a que lo catalogaran como "joto". Hasta que el punk rock cupo de vuelta en los track lists de nuestros ipods, el estilo a la "Ramones" desencadeno el frenesí por vestir ropa exclusivamente pequeña, adherida al cuerpo, y al final, el "joto" terminó siendo otro. En el caso de las jovencitas, un skinny talla 0, fue (sigue siendo) la epitomía de estar IN, con el must incluido de enseñar no menos de 2 centímetros de rayuela, aunque eso signifique poner en evidencia los estragos de los gansitos que se desayunaron por mas de 15 años.


7.- Oversized Sunglasses/Ray Ban/Nerd Glasses:
Cuando pienso en lentes de abispón verde, rápidamente viene a mi mente la imagen de Paris Hilton con su perro pulgoso lamiéndole los cachetes. I know: EWWW! Lo único que puedo decir respecto a los oversized sunglasses es: Que la all-time-fashionista Jackie Onassis ha de estar revolcandose en su tumba. Ray ban nos rescato de la imagen horrenda de P.H., con sus Wayfarer 2140 (los originales) and once again, en un suspiro tuvimos estilos para tirar al cielo. Que los 2132, 2156, 4141, y todas las combinaciones que nos podamos imaginar.

Para mi, el señor Woody Allen es el pionero de los lentes nerd. Celebridades como Justin Timberlake, Jay-Z y hasta Scarlett Johanson han sido victimas de esta tendencia. Pero seamos realistas, a menos que en verdad seas un cegatón, tienes el derecho intrínseco de utilizar este tipo de gafas. Al fin hay una recompensa para los que toda su infancia sufrieron la agresión verbal de ser catalogados como “4 ojos”.

8.- Tatuajes/Piercings:
Uff! Redactando este Top 10, me he dado cuenta que los rockeros, más que las celebridades hollywoodenses han tenido un mayor impacto en nuestras vidas. Antes se contaban con los dedos de las manos las personas que se tatuaban, cuando hoy, ni los dedos de los pies nos alcanzan para cuantificar el número de personas con “arte en el cuerpo” (prrr). Hablando de piercings, los aretes en el ombligo ocuparían el No. 1, mientras que los de la nariz y la lengua se siguen pegando un tiro por ocupar el No. 2. A finales de la década, los expansores y los métales incrustados en la piel han sido el boom de los que no tienen nada que hacer. Mi sugerencia en este punto es que mejor se pongan a chambear antes de que las expansiones les lleguen al colon.

9.- V Neck Shirts:
Por Dios santo: JURO que si vuelvo a ver una camisa con cuello V, le tiro una cubeta de pintura roja (PETA like) para irnos deshaciendo poco a poco de esta infestación que alguna vez pudo llegar a ser el true love que todos juramos llegó a nuestro closet. Las primeras camisas en V fueron la adquisición perfecta. Al no ser un artículo de demanda, las podías conseguir del cajón de ropa interior de tu papá o en una tienda de autoservicio. Prácticas, accesibles, aunque medio transparentes, eran la combinación perfecta para los skinny jeans, con los converse/vans, con los rayban y el tatuaje asomándose por la manga. True, right? Después la dichosa demanda alcanzó su peak y la producción de de este tipo de camisas se globalizó y pudo llegar a manos de absolutamente todos aquellos hambrientos de andar a la moda. La última camisa que vi, fue a un amigo (gay), con un cuello que le llegaba a las verijas. Lo único que mi mente me permitió pensar fue enough of this shit”.

10.- Look Bohemio:
Para los fashion lovers mejor conocido como “Boho look”. Caracterizado por usar todo 20 tallas más grandes. El look bohemio fue la solución que puso fin a las críticas por el escaso peso de Mary-Kate y Ashley Olson. Además, nos dio la oportunidad de no aferrarnos más a las camisas ombligueras y de ahora si, disfrutar esos gansitos que tan deliciosamente se postran en nuestras caderas. La única contradicción del boho es que si no aplicas bien los elementos adecuados, el estilo puede terminar en est-hilachos por donde asomes el churro.


Colaboración Sección Arte "Tónica" Debate Culiacán
(con censura)

DON ROGER

¿Quieres probar unos de los mejores tacos de Mazatlán? Me preguntó Iván con voz casi desafiante. "Uy! Por ahí hubieras empezado", le respondí antes de que terminara siquiera de articular su respuesta.


Como buena tauro, soy nata en eso de los antojos y el buen diente, so, nunca pierdo la oportunidad de probar lo que me pongan enfrente.


Así conocí a Don Roger.


Recién cambiada a mi nuevo hogar, no estaba familiarizada con el arte culinario de la zona, y cualquier recomendación era puesta a prueba las noches que mi cocina no tenia el tiempo, ni el talento para funcionar decentemente.
No necesité clase intensiva de como llegar. Cuadras antes, se vislumbraba la humadera y el olor tan deliciosamente orgásmico de la carne en el asador que hasta me erizó los pelos de solo pensar en el manjar que tenía a escasos metros de mis papilas gustativas.


La gente casi enfilada, esperando a que se desocupara la siguiente mesa me dio el feeling de que íbamos por buen camino.  El guacamole espesito y las cebollas curtidas me dieron la bienvenida junto con María, la mesera más chistosa y amigable que he conocido en toda mi vida. En tono burlón y chicharachero me comentó que nunca me había visto por el changarro, y me preguntó si era nueva en el barrio al mismo tiempo que le daba un trapazo a la “barra principal” que recién acababa de desocuparse. Al sentarme le contesté que si, y junto con el si, le pedí mi orden.


Enfrente de mi estaba el taquero. A la postre de una jaba de refrescos y un sinfín de platos embolsados a los lados. Sus gruesas cadenas y sus ostentosos anillos, todos de oro puro, me hicieron suponer que el era el famoso Don Roger, el dueño y señor del negocio, el que picaba la carne y entregaba las ordenes. En pocas palabras, al único que ahí le tronaban sus chicharrones, o mejor dicho, el que le daba sabor al taco.


Aparte de la habilidad con la que manejaba el cuchillo y ensalzaba todo lo que salía de la tabla, Mr. R. (como ahora le digo de cariño), tenía el léxico más desastroso que he escuchado en mucho tiempo. Con su voz bronca gritaba dando ordenes como toro loco y demandaba sin pelos en la lengua lo que tenían que hacer todos y cada uno de los que trabajaban con el. No sin antes mentarles la madre en cada pausa que hacía. Característica que me llamo mucho la atención, ya que más que ofender con sus groserías, a todos a su alrededor les causaba gracia su manera de hablar.


Por fin recibí mis chorreadas, y si, estaban buenas. Creo que más de lo que esperaba porque entre risas y una buena enchilada pedí una más.


La segunda vez que fuimos, probamos las tortas de carne asada.
La tercera, cuarta y quinta, Don Roger me saludaba con su peculiar manera de expresarse y me preguntaba si quería lo mismo de siempre. Yo le contestaba que si y me sentaba a esperar en la barra de la carreta para escucharlo hablar, y asombrarme de como les tomaba la orden de memoria a los comensales que iban llegando.


La sexta vez que regresé caí en cuenta que más que el diezmillo jugoso y los chiles toreados asándose lentamente en el carbón, lo que me tenía como clienta cautiva no era eso, sino la manera de ser de Don Roger, su carisma (hasta para maltratar gente), y la atención que le pone a sus clientes para hacerlos sentir valiosos y bien servidos.

Desde que nacemos, creamos lazos con nuestra familia, nuestros amigos, y la gente que vamos conociendo en el camino. Los que enriquecen nuestras vidas se quedan y los que no fueron hechos para nosotros, simplemente se desvanecen con el paso del tiempo.


Rodearnos de la gente a la que realmente le importamos es la base para llevar vida plena y feliz. La confianza en el prójimo nos enaltece y nos da la oportunidad de tener la esperanza de que un día, tal vez no muy lejano tendremos un mundo mejor que ofrecerle a los que amamos.
Por desgracia, actualmente tenemos que escoger con pinza y guante a quienes queremos en nuestro entorno. La violencia y el desencanto social nos han hecho selectivos y desconfiados. Eso no quiere decir que tengamos que aislarnos para sentirnos seguros. Pero definitivamente, este cambio de aguas nos sirve para apretar más fuerte a quienes queremos y en los que realmente confiamos.


Ya hace tiempo que no visito a Don Roger, pero estoy segura que el día que vuelva a poner un pie en su negocio me va saludar con su típico:


"Dos tortas para la señorita, una sin crema, y tu María “traile” un agua de horchata porque estos pendejos van para largo".