CARNAVAL


Nunca me han gustado los eventos masivos. Digase: conciertos, desfiles, y en general todo tipo de espectáculos.
De solo pensar en tumultos, I get the chills.  Me dan nauseas, mareos y nomás no. Si corres con suerte, disfrutas el evento y sales con vida.  Si eres de los que ese día despertaron con el pie izquierdo, o en su defecto: pelionero, arguendero, chile bola, mitotero y hasta defensor de la justicia, te pueden partir la mandarina en tres gajos sin pensarlo. Una mirada sin tino puede significar navajazo seguro, y un comentario hecho a destiempo te puede causar hasta la muerte.
But wait.
Si hubiera maestría en DRAMA, me hubiera graduado con honores. No todo como lo platico pasa, tiendo a exagerar un poco las cosas, y a veces de tan dramosa que soy, me paniqueo sola, y yo sola otra vez me calmo, me terapeo, y al final, como toda la vida, termino en la mera mata y donde alguna vez juré jamás pondría las patas.

Así recibí el Jueves de Carnaval; y el Carnaval en agradecimiento por la confianza, me recibió con el Sinaloense, en plena Machado, cuando la noche apenas se empezaba a poner sabrosa.

Mientras recorro la vendimia de acceso, pienso ¿A quien no le gusta el carnaval?  Los mazatlecos estamos hechos para el, como el para nosotros.  Nacimos para carnavalear. Es una de nuestras virtudes locales. Nos empalaga.


Con una sonrisa y  pie firme, me dirijo a dar la primera vuelta triunfal por toda la plazuela Machado con el pretexto de "haber que veo", pero en realidad lo hago por recordar aquellos tantos años que la recorrí entre primos y amigos; huevos, confeti, antifaces, pistolas de agua y lo mas nuevo que ya no me tocó, sprays de espuma (que bueno, porque eso es tan dull).   Y no es que haya sido de mi época, pero las pistolas de agua eran el HIT.
Recuerdo que a mi hermano (por ser hombre solamente) le compraron una super bazooka tamaño acordeón con propulsión a chorro. Aquella que toda la vida quise haber tenido en mis manos (pocas veces como esta me he sentido relegada por ser mujercita), así que me tuve que conformar con la pistolilla rosa transparente que se le salía el agua por el mismo pozito por donde se rellenaba.

Ese año was no fun at all!  Y cada que estaba a punto de desmoronarme porque no iba bien armada al carnaval, mi hermano, de poca fiesta, siempre terminaba prestándome su super bazooka y nos turnábamos para corretear a los menos afortunados.


El episodio de celebración de "Misión Accomplished" consistía en hot cakes y paletas de azucar en la banquetita de la Calle cuyo nombre le hace honor a nuestra fiesta.
"La Carnaval". La Gran Entrada al mundo donde hasta los niños se desvelan. Y la que siempre nos veía partir, llorando y pataleando porque nunca era suficiente y nada rebasaba el nivel de diversión que teníamos en esa época del año.

En el tiempo que definitivamente me retiré del argûende, fue cuando se dieron las dichosas filitas que arrasaban con lo que se encontraban a su paso. Y no es que no llevara un bandón, pero seamos honestos. En serio hay gente P-E-R-R-A y sin consideración de nada. Esos años reinó la ley del monte.

El punto es que, uno ahí todo débil y buena gente, me pegaron unos arremangones de aquellos.
Un año estuve a punto de perder la manga de mi sueter favorito porque me tocó ser la “dirigente” de la fila. ERROR. No lloré nomás del del coraje, y solo pensé en encontrar a la fierecilla salvaje que casi me ocasiona un desastre de la moda.  Hasta eso, la encontré, y ya con toda mi fila puesta de acuerdo previamente, quedamos en arrasar con todos hasta la muerte y acto seguido, correr por nuestras vidas y encontrarnos en el vestíbulo del Angela Peralta, que en ese entonces se consideraba como zona de Paz, y era el spot donde los hippies y la mayoría de mis amigos hangeaban.

Dicho y hecho. Nos llevamos a toda la colonia de una. Casi los devolvíamos hasta donde vivían y mi brazo todavía punzando por el estirón de la discordia, dejó de sentir dolor por el breve espacio que disfruté mi victoria.

Años más tarde, lo divertido fue reclutarse en los bares.  Crecimos en un suspiro.  De hotcakes y confeti, a mil cervezas por minuto.

Lo que si nunca se me olvida es que, aunque las modas carlestolengas cambien, la gente crezca, y nuevas generaciones vengan. Siempre esperaré estos días con anticipación, así termine sentada como antes lo hacían mis papás. En las mesitas atestadas de la aceras, cenando y viendo a mi hijo divertirse, correr ycrecer a lo largo y ancho de toda la plazuela Machado.  Al son del Sinaloense, y si me va mejor, al son del Corrido de mi Mazatlán.