NO LLORO, NOMAS ME ACUERDO

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Es lo único que puedo decir de los rezagos que me dejó el Carnaval Mazatlán 2012.  Nomás de acordarme lloro del resultado de lo que pensé sería un Carnaval divertido y memorable.

A estas alturas ya puedo decir que me divertí (porque de otra no quedaba), y de memorable, vaya que si lo recordaré (hasta semana santa que pase otra sorpresita que haga que se me olvide esta).  Y casi estoy segura que el anfitrión del evento será ni mas ni menos que el mismo, el único e inigualable jijo de su pan birote que días pasados me enseñó a caminar en una calle "pública" librando toda clase de obstáculos sobre una banqueta de menos de 80 centímetros de ancho.  Porque eso sí, ellos se expandieron cual masa de pan-pizza, a sus anchas, metiendo todo tipo de artefactos dignos de una noche de antro, digase: sillas, sillones, mesas, pista de baile y no cualquier pista, sino pistota de colores y con efectos de luz. Todo para que su selecta clientela v.i.p. no interrumpiera su asidua aportación semanal (quincena) aunque le deban hasta a Milano.

Por si alguien no lo recuerda, la definición de carnaval la encontrábamos todos los años, cada mes de febrero en todas y cada una de las Calles de Mazatlán.  Donde pisabas se olía, sentía y vivía la fiesta eterna de una buena banda, con pisto, cronchitos, antifaces, confeti y lo más importante: cualquier lugar era con libre derecho de admisión. 

De algunos años para acá, la Calle Niños Heroes la abarrotamos los gustosos not so heavy mazatlecos carnavaleros que gustabamos de un ambiente mas de amigos, platica y buena música.  Fue entonces cuando empezó la tradición de cada año (como cita de quinciañera) asistir a la misma Calle, cerrar el paso sin previo permiso del Honorable Ayuntamiento, y que por consiguiente ningún carro tuviera la oportunidad de transitar hasta por cuadras vecinas al borlote. 

Con la historia que acabo de reseñar de por medio, ahi te voy enfierrada al "hot spot". 

Pobre el Bora Bora en los tiempos del Frank.  Me encontré con la desilución mas grande de mi vida.  La Calle, mi calle, nuestra calle  acordonada como vil entrada de antro gacho feo elitista y pulguiento. 

No lo podía creer. Esto, cuando  todavía nisiquiera alzaba la mirada para ver el horroroso fondo que adornaba lo que alguna vez fue un lugar mágico y de tránsito libre.  

Una voz estrepitosa interrumpió mis pensamientos: "Señorita, no puede entrar con bebidas aqui".  Con eso tuve para liarme con el "guardia" de seguridad que no te prohibia la entrada (hasta eso, y fuera el colmo), pero que te pedía de los mas amable (según el) que terminaras tu bebida fuera del área acordonada para hacer el debido consumo adentro.  "Adentro de que oiga, si yo vengo aqui afuerita", le contesté lo mas cínicamente que pude y acto seguido me di la media vuelta y dejé hablando solo al hombre.

El día que si entré, a mi no me fue tan mal, unos por ahi contaron historias urbanas de que les pedían  hasta reservación y no se que tantas cosas.  Y que si te querías "salir" de la calle tenías que hacerlo por la otra acera, no por el fondo  oscuro donde situaron (a webo) los relegados anti-clubs,  ese rincón que alguna vez vibró hasta las 7 de la mañana con DJ´s jaladores.  Nombre, que esperanzas que el escenario fuera para TODOS.  Ahi como pudieron aperingaron a un fulano entre los sillones de los endeudados, digo,  los v.i.p., tocando música más nefasta que la de Ninel Conde.

Y ¡uh! que esperanzas que te saltaras el barandal eh, acto seguido tenías al guardia gestionando con los de la entrada "oficial" tu no acceso de regreso a su "diversión" sarra.

Cuando por fin toqué tierra firme y segura (Mona), aunque diminuta, me sentí un poco mejor, vi a mis amigos y el enojo se me empezo a bajar.

Criatura, no me hubieran dado ganas de ir al baño.  Mi tierra segura me traicionó. Aparte del colón que había de viejas para entrar al w.c, tenía que pagar una cuota de $5 pesos, y no solo una, sino cada vez que se me bajara a la vejiga la cerveza que ahi mismo estaba consumiendo.  ¡Otra vez la burra al wheat!  "Oyes hijo, le reclamé: no salgo de una cuando entro en otra".  Total, fracasé en mi intento de hacerle ver al fulano que si atravesé por tanto cagadero fue para instalarme en el negocio que ahora me estaba dando la espalda.
Que desilución. 
Me fuí de ahí con todo y mi promesa que de mi ya no verían un peso más, y con toda la pena (not so much really) regresé con la B de "beated" a la B de "busted biatch", que aunque con derecho de admisión, tenían libre acceso al ladies room.
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No cabe duda que caras vemos corazones no sabemos.  De todas formas, B Club, te la mamaste.   Higuera te quedo güango con eso de los condones.  Si no te busco allá donde vives para no pasar por filtros de looks (porque ya ni siquiera  son de seguridad).  Y eso que de moda  me como un taco, antes muerta que sencilla.  Y tu Mona, aunque te vuelvas a vestir de seda, sola te quedas fijate porque deshacerte de mi te costó una miada de $5 pesos.  Y cinco más que junté para bailar al ritmo del bombón asesino.

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