Todos, por no hacer menos a nadie, tenemos el sueño perfecto
cuando despertamos un día cualquiera a
la edad de 5 años. Yo no recuerdo a
ciencia cierta la edad que tuve cuando un día decidí ser costurera. Tal vez, como lo mencioné antes, fue un
sueño. Trato de recordar cual fue el
chip que se me zafó aquel día y sólo me llegan flashbacks de una tía muy
querida que toda su vida ha sido para mí, la mejor diseñadora de modas del mundo.
Su nombre es Sofía, y es comadre de mi mamá. Como tal, las idas a su casa eran
interminables. Que el cafecito, el té,
la plática, el mitote; y entre todos ellos, mi tía cortando (nunca usó patrones),
doblando, cosiendo, bastillando y terminando cientos de vestidos que siempre
tenía que entregar al otro día, o ese mismo día a medianoche.
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Como yo todavía era una pequeña y tenía los ojos más chiquitos, verla agarrar
esos tijerones de metal fundido se me hacía de lo más interesante. Después, el ruido estruendoso de su máquina,
en lugar de asustarme, me invitaba a pararme a un lado de ella tratando de decifrar como le hacía el mentado hilo para quedarse pegado en la tela. Sin contar, cuantas veces me quebré la cabeza
haciéndome a la idea de que sí, efectivamente, de un simple pedazo de tela, podía
nacer la prenda más bonita que jamás me hubiera imaginado.
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Uno de esos días, ni lenta ni perezosa, llegué con mi par de
tijeras de punta chata al cafecito de la tarde acompañando a mi mamá, y sin
perder tiempo en los saludos junté todos
y cada uno de los retazos tirados en el piso (triste una aspiradora). Saqué de mi bolsa la Barbie heart que ya
traía previamente “bichi” y empezé a confeccionar mi primer vestido. Sin patrón, como mi tía.
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Obviamente ella siempre tuvo el talento innato de prescindir
de medidas y trazos. Yo no. Instagram hubiera sido el cómplice perfecto de mi modus operandi en mi primer fashion
crime.
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Entre risas, sollozos y ganas de aprender, mi tía me enseño como
cortar ahí más o menos decentemente (quiero recalcar que ser zurda no ayudó en
mucho). Me leccionó en como hilar una
aguja y hacer el nudito al final. Como
doblar la tela para que de un corte saliera la pieza delantera y la trasera al
mismo tiempo y como, siempre debía coser las prendas por dentro (al revés) para
que las costuras no quedaran visibles.
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Con el tiempo, crecí junto con el amor a la moda. Mi tía se convirtió en mi tienda
predilecta. Tener la capacidad de
diseñar, elegir el color y la tela de lo que se me venía a la mente que quería
usar era más que priceless. Ella
entendía bien mi estilo, mi forma de ver la vida, las hechuras a las que les
tenía tirria , las que más me llamaban la atención y por supuestísimo, las
curvas de mi juventud (cuando nada te
queda en el lugar que corresponde).
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Muchas veces tuvimos nuestras desavenencias. Especialmente cuando yo le pedía una cosa y
el resultado era todo lo contrario (así lo veían mis ojos de adolescente
enojada con el mundo). Me encaprichaba y
me enojaba de sobremanera que no hubiera entendido lo que le expliqué, y cegada
por la ira y la vanidad me rehusaba a probarme las cosas. Después del berrinche, me las probaba y tal
vez no eran exactamente al 100% como yo las había diseñado, pero que iba a saber yo a mis mugrosos 17 años de cuerpos
y tendencias jijiji. Desde esa vez
entendí que ser costurera era más que tomar medidas y aplastarte en una silla a
coser todo el día, viendo cómo se te pasa la vida entre hilos y artritis reumáticas. Entonces decidí ser diseñadora de modas.
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Nunca lo logré. Trunque
mi carrera por berrinches y caprichos (you bet).
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Tal vez fue eso. O
tal vez el destino tenía preparado algo más para mí.
Cuando menos lo pensé ya estaba diciendo “HELLO STYLING!!!” (go wonder). De haberlo sabido antes me hubiera evitado tantos piquetes y agujas encajadas en las uñas (ouch!).
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Cuando menos lo pensé ya estaba diciendo “HELLO STYLING!!!” (go wonder). De haberlo sabido antes me hubiera evitado tantos piquetes y agujas encajadas en las uñas (ouch!).
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Y ahora estoy aquí.
Después de todos estos años de aprendizaje empírico, FASHION FAUXS, algunos aciertos y cerros
interminables de ropa y accesorios en mi ahora walk-in-closet (y siguen los cerros
creciendo). Tratando de vencer el miedo a mí misma (no al fracaso), intentando vestir un mundo mejor, mínimo yo… o quien se deje. Creando opciones, soluciones, armando compras, haciendo ventas,
colaboraciones. Y sobre todo, por fin hacerle honor a las sabias palabras de mi santa madrecita cuando me gritaba "estrafalaria" al salir de la casa porque
hasta la cacatúa con pompón me colgaba (de hecho todavía).
¿Y saben algo? No pasa na-da.
¿Y saben algo? No pasa na-da.
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Bienvenidos a Style Operandi.
4 comentarios:
sigue asi asiendo y desasiendo lo qe te gusta, me inspiras. exito
hace mucho que no te leia, hazlo mas seguido!!!
me encanta tu estilo y lo q escribes tambien.. saludos!!
A veces la vocacion llega tarde pero siempre llega =)
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